domingo, 10 de junio de 2012

Un hallazgo casual

Para Rosina, Horacio y Zeta:
los tres titiriteros vecinos de arriba.


Buscaba información acerca de los Tratados de Versalles, cuando en el tarjetero de la biblioteca mis dedos se detuvieron en los Tratados de la vida cotidiana, de Alexei Lemois. Impulsado por la curiosidad que me despertó el título, apunté la clave de registro con el fin de solicitar su préstamo una vez satisfecho mi interés de investigación.

“Sobre algunas costumbres humanas derivadas de ciertas funciones de su organismo”, es el primer tratado que aparece en el índice. Me llamó la atención en un instante por su extraña originalidad. Finalmente decidí transcribirlo: me permitió recordar una anécdota (incluida aquí, desde luego) con la idea de compartir con el lector la significación que le otorgué después de leerlo.

El texto dice así:

Mientras descargan su intestino o su vejiga, los animales no se inhiben cuando son vistos por nosotros o por las demás bestias.
Pero el hombre y la mujer —tímidos por naturaleza— por lo general suelen recurrir al aislamiento para satisfacer sus necesidades fisiológicas… Más todavía: cuando prevén que les llevará un poco más tiempo del acostumbrado acompañan el proceso fumando, oyendo música, leyendo, etcétera.[1]

Con objeto de celebrar mi cumpleaños, fuimos invitados varios compañeros de trabajo a la casa de una secretaria.

El ambiente de la fiesta —a través del baile, la música y la conversación— nos envolvió a todos en una atmósfera de amistad sincera, que motivó incluso la llegada de unos vecinos. Decidieron hacer una vaca para comprar un cartón y contratar un trío de huapangos. En ese tenor comenzaron a circular la mariguana, el tequila y la cerveza. Fue tal la cantidad comprada aquella noche, que cada invitado pudo servirse lo que quiso y ponerse hasta donde quiso.

Sentí ganas de ir al baño: le pregunté a María en dónde estaba y esperé mi turno para entrar. Una vez adentro me llamó la atención un estante con revistas de varios temas, formatos y colores localizado justo enfrente de la taza... “Una buena forma de aprovechar el tiempo”, pensé mientras me sentaba y tomé una. Luego de leer unos tres o cuatro artículos —no me acuerdo bien—, me apliqué a resolver un crucigrama: son mi pasatiempo favorito.


Apenas había resuelto la mitad, percibí que apagaron la música. Al mismo tiempo que me sentí ligeramente sobresaltado, entre el barullo pude escuchar con claridad la voz de dos subdirectores, quienes se preguntaban si me habría pasado algo y comenzaron a golpear la puerta del baño con insistencia.

Extrañado, dejé la revista. Me vestí y me lavé las manos. Cuando salí noté que todas las miradas se dirigían a mí de una manera peculiar.

Creyeron que había sufrido un desmayo.



[1] Lemois, Alexei: Tratados de la vida cotidiana. Venezuela, ediciones Cíclope, 1945.

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