Para
Rosina, Horacio y Zeta:
los
tres titiriteros vecinos de arriba.
Buscaba información acerca de los Tratados de
Versalles, cuando en el tarjetero de la biblioteca mis dedos se detuvieron en
los Tratados de la vida cotidiana, de
Alexei Lemois. Impulsado por la curiosidad que me despertó el título, apunté la
clave de registro con el fin de solicitar su préstamo una vez satisfecho mi
interés de investigación.
“Sobre algunas costumbres humanas derivadas de ciertas
funciones de su organismo”, es el primer tratado que aparece en el índice. Me
llamó la atención en un instante por su extraña originalidad. Finalmente decidí
transcribirlo: me permitió recordar una anécdota (incluida aquí, desde luego)
con la idea de compartir con el lector la significación que le otorgué después
de leerlo.
El texto dice así:
Mientras descargan su
intestino o su vejiga, los animales no se inhiben cuando son vistos por
nosotros o por las demás bestias.
Pero el hombre y la
mujer —tímidos por naturaleza— por lo general suelen recurrir al aislamiento
para satisfacer sus necesidades fisiológicas… Más todavía: cuando prevén que
les llevará un poco más tiempo del acostumbrado acompañan el proceso fumando,
oyendo música, leyendo, etcétera.[1]
El ambiente de la fiesta —a través del baile, la música y la conversación— nos envolvió a todos en una atmósfera de amistad sincera, que motivó incluso la llegada de unos vecinos. Decidieron hacer una vaca para comprar un cartón y contratar un trío de huapangos. En ese tenor comenzaron a circular la mariguana, el tequila y la cerveza. Fue tal la cantidad comprada aquella noche, que cada invitado pudo servirse lo que quiso y ponerse hasta donde quiso.
Sentí ganas de ir al baño: le pregunté a María en dónde estaba y esperé mi turno para entrar. Una vez adentro me llamó la atención un estante con revistas de varios temas, formatos y colores localizado justo enfrente de la taza... “Una buena forma de aprovechar el tiempo”, pensé mientras me sentaba y tomé una. Luego de leer unos tres o cuatro artículos —no me acuerdo bien—, me apliqué a resolver un crucigrama: son mi pasatiempo favorito.
Apenas había resuelto
la mitad, percibí que apagaron la música. Al mismo tiempo que me sentí
ligeramente sobresaltado, entre el barullo pude escuchar con claridad la voz de
dos subdirectores, quienes se preguntaban si me habría pasado algo y comenzaron
a golpear la puerta del baño con insistencia.
Extrañado, dejé la
revista. Me vestí y me lavé las manos. Cuando salí noté que todas las miradas
se dirigían a mí de una manera peculiar.
Creyeron que había
sufrido un desmayo.
[1] Lemois, Alexei: Tratados de la vida cotidiana. Venezuela, ediciones Cíclope, 1945.
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