[…] los
perros de la canícula,
círculos
que muerden sus rabos.
Carlos Illescas: “Retorno de Ulises”
Después de perseguir mariposas y de comerse
algunas, Asterisco levanta la pata sobre las flores de mi vecina, quien nos da
permiso de jugar en su jardín. Lo gracioso no es ver cómo se marchitan los
rosales, no; sino escuchar los gritos de la señora que, en bata y pantuflas,
sale a corretearnos con una escoba.
Asterisco y yo somos inteligentes, pero nos gusta
fingir que somos tontos: ya conocemos los berrinches de esa vieja. Cuando no
tengo nada qué hacer —o sea, casi siempre— voy a su jardín a jugar un rato con
el perro.
Me gusta imitarlo: hacemos pipí en las plantas,
corremos un rato y luego me siento a descansar en la banca de piedra. Asterisco
se sienta muy serio, me ve, y con la lengua de fuera jadea como si hubiera
corrido toda la mañana. Se rasca con la pata derecha, yo con la mano derecha; y
luego nos tiramos en el pasto para frotarnos la espalda. Después ya no lo puedo
remedar, pues el perro se levanta y empieza a dar vueltas para comerse todas las
pulgas que encuentra en su cola.
En verdad me da mucho gusto que las pulgas se
mueran: son traicioneras. Una tarde, mientras practicábamos la lucha libre,
permití que Asterisco se me trepara. Sentí comezón y luego me salieron ronchas
horribles.
Lo que no comprendo es
para qué se empeña tanto el perro en alcanzar y comerse a las mariposas: cuando
hace caca salen volando de nuevo, como si estuvieran en un capullo. El día que me picaron las pulgas dos o tres mariposas manchadas de caca
revoloteaban por el jardín, antes de que Asterisco se las comiera otra vez.
Jajaja, qué gracioso!!!
ResponderEliminarSim-bólico-có(s)mico-literal :D jejeje ¡Saludos!
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